Se sentía intrigado
en aquel lugar. Sin duda no habría entrado allí sólo. Había ido allí para
reunirse finalmente con su amada. No tenía idea de cómo había llegado ella
allí. En realidad no sabía porqué ella no había ido a recibirlo al aeropuerto y
en su lugar había enviado un taxi que lo recogiera y lo llevara hasta su casa.
No entendía porqué lo había llamado para pedirle que se reuniera con ella en esa especie de casa-templo en lugar de llegar a casa. El reencuentro había sido muy dulce. En una sala privada y agradable habían comido juntos, habían hablado pero sobre todo se habían besado, se habían acariciado y habían revivido la llama de la pasión que los unía.
Fue extraño que, a pesar de la privacidad, ella
no se permitiera llegar a la unión física con él (tan claramente anhelada por
ambos) y mas aún que luego de esos dulces momentos de reencuentro, ella lo dejara
en compañía de un chicuelo para que le mostrara el lugar. Él aceptó a
regañadientes cuando le explicó que ella tenía una clase que dar y que en 45
minutos se reuniría de nuevo con él en la biblioteca.
Era hora y él se acercó a la biblioteca. Era un lugar muy
peculiar, cuyas paredes no solo estaban llenas de estanterías colmadas de
libros sino también de piezas artísticas de todas partes del mundo.
Una estantería en particular parecía totalmente
dedicada a su amada y en ella una sección pequeña estaba llena de fotografías
de muchas personas, la mayoría hombres de diferentes edades. Todas las fotos
tenían algo en común: en todas las fotografías salía su amada con una enorme
sonrisa. Más que eso, en todas parecía que compartía algo indefinible con cada
persona, con cada hombre.
Él no sabía cómo interpretarlo así que decidió
preguntar:
-“Estuviste con alguno de ellos”-
Ella sabía a qué se refería. No le extrañaba la pregunta pero
suspiró.
-“¿En verdad quieres saber?”- inquirió ella
-“Sí. Necesito saberlo”- respondió él.
-“Pero yo no puedo responderte. Ese fue
nuestro acuerdo”-
En el tiempo que
habían permanecido separados cada uno había acumulado experiencias de vida
relevantes para ellos. En algunos casos eran vivencias que les pertenecían solo
a ellos, pequeños tesoros del alma que cada uno guardaría para sí y el otro no
podría forzarlo a contárselas. Al entrar en aquella habitación ella le anunció
que lo dejaría ver parte de su tesoro pero no podría darle detalles.
Sin embargo, la
ausencia del simple monosílabo no
ante su pregunta significaba para él un si
tácito.
-“Comprendo.
Sin embargo, eso es un sí para mí. Lo lamento pero siento que se me desgarra el
alma”
-“Perdóname, quisiera responderte pero no
puedo”
Ante el dolor del
alma de su amado, ella dió la vuelta lista para marcharse. Sabía que cuando su
amado se afianzaba en una creencia nada lo sacaba de su convicción. Por más que
ella quisiera, no podía responder a su pregunta porque en parte era una
cuestión de confianza y en esa nueva vida que pensaban iniciar juntos, la
confianza era fundamental.
Él ya había decidido qué creer y esa convicción
desgarraba su alma y la condenaba a ella. No le quedaba mas que partir y
organizar todo como estaba planeado en caso de que no pasaran las pruebas que
le había propuesto su maestro: ambos prósperos pero no juntos.
Sus pasos fueron
detenidos por un abrazo ferviente. Él la tenía fuertemente agarrada, sus brazos
alrededor de ella, su pecho contra su espalda, su cabeza junto a su oreja. Con
un sollozo contenido él preguntó:
-“Solo quiero saber si aún eres solo mía”-
a lo que ella respondió:
-“Más que nunca”- y se dio la vuelta para
besarlo como nunca lo había hecho.
“…lo mas importante no es el pasado ni el futuro, sino el presente
donde ambos comienzan una nueva vida siendo desconocidos-conocidos.
Si se atreven a dar ese salto de fe el presente es brillante. ¡Eso
es todo lo que importa!”
Palabras del maestro del amor trascendental
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