jeudi 19 janvier 2017

Cuentos de fuego.- 3

3

            Estaban en la montaña.
            Los 4 habían decidido vivir una aventura en el medio de la época sin vacaciones. Solo un fin de semana entre frío, montañas y aguas termales.
            La carpa estaba lista, el sol caía y la fogata ya estaba prendida con la cena en ella. La comida sería frugal pero abundante. El frio lo demandaba así. La bebida también cumpliría su función calentadora en sus venas y en sus espíritus.

            Luego de cenar los cuatro intentaron quedarse fuera por largo rato pero la sangre llanera no era igual que la montañesa; los labios rojos y los ojos miel no estaban acostumbrados a ese clima aunque cuando fuese una noche clara, de luna llena y clima benévolo.
            Entraron todos a la carpa y entonces los cuentos de aventuras comenzaron.
            El mayor de todos, los ojos color caramelo, era quien tenía los cuentos más divertidos. Tenía talento para vivirlos y aún más para contarlos. Los labios rojos contaban historias loquísimas sobre idas y venidas en la madrugada y su compañero narraba cuentos de música, bailes y poca moderación.
            Cabellos de ébano no tenía muchas historias locas que contar. La magia, más que las travesuras poblaban los mejores momentos de sus memorias. La magia de las montañas sobre todo. Contaba con delicadeza y cierto encanto las más inverosímiles historias que en su voz parecían ciertas. Su compañero no dudaba de lo que ella decía y la miraba con profundidad. Sus amigos recordaban constantemente lo que habían visto aquella noche mientras bailaban con ella y la creían maravillados. Aquello era muy divertido.
            Un largo suspiro se escapó de los labios de cabellos de ébano cuando terminó su relato. Su alma entera se reveló en ese sonido que pareció despertar el alma del mundo a su alrededor. Todos rieron y la risa pobló sus espíritus. Más que euforia, una alegría inocente los estaba llenando. Sin saberlo, la magia de las montañas los estaba invadiendo.
            Contra toda prudencia cabellos de ébano declaró que deseaba bañarse en las tibias aguas bajo la luz de la luna. Ojos de miel abrió enormemente el panal de su miel y ojos de caramelo solo la miró con travesura. Los labios de coral respondieron con una carcajada y un desafío:
– “A que no eres capaz de bañarte sin ropa” –
– “Si yo lo hago, tú lo haces” – fue la respuesta al desafío y con un corto “Si va” el reto quedó pactado.
Sin dejar de mirarla a los ojos, cabellos de ébano comenzó a sacarse las capas de tejido que la aislaban del frío. Todos la observaban con miradas intensas; uno deseando ocultar su sonrisa ante la primicia de su piel tan generosamente despojada de tela, otro hipnotizado por la belleza de aquella mujer y ella intrigada por conocer el límite al que llegaría. Solo las ligeras piezas de su ropa interior, su gargantilla y su tobillera quedaron sobre su piel cuando se detuvo.
Antes de salir de la carpa se acercó a su amado y lo besó traviesamente en los labios pasando suavemente a su barbilla y de allí a su oído donde le murmuró:
– “Tu deberías acompañarme” –
Alargó su mano hacia los labios de coral y ésta la tomó con delicadeza, completamente divertida. Ambas salieron a la noche de luna y sin necesidad de linterna se dirigieron al pozo. A los pocos metros ambas gritaron:
– “¡A que no son capaces de alcanzarnos allí en 10 minutos!” – y una carcajada siguió a esas palabras.
Llegadas al pozo cabellos de ébano se movió con resolución. Se despojó de las últimas piezas de tela que la cubrían y entró al agua con fluidez y sensualidad. Estaba tan extrañamente feliz como aquella noche…
La temperatura del agua fue el gatillo esta vez. Sus ojos se cerraron cuando su cuerpo estuvo enteramente dentro del agua y al abrirlos el paisaje se veía totalmente diferente, aunque era el mismo. Lo único que había cambiado era su estado de conciencia.
En esta nueva forma de percepción podía captar el color de las vibraciones sutiles que despedía cada objeto: suaves para los minerales, dinámico para los árboles y el agua, intenso para los animales y brillante para los seres de conciencia. No tenía mucha experiencia con esta nueva visión pero sabía que podía guiarse por los colores para conocer la naturaleza de las vibraciones que los emanaban.
– “Trato es trato” – dijo labios de coral sacándola de su contemplación. Con un suspiro de resignación ante el frio comenzó a desvestirse y titiritando entró al agua. En seguida se sumergió buscando el refugio del calor para calmar sus sentidos atormentados por el frío. Cabellos de ébano rió ante el gesto. Ella percibía la temperatura pero ésta no la molestaba. Era extraño pero no pensó mucho en eso.
Cuando observó sus brazos vio una vibración rojo suave que emanaba de su piel e intuyó que era calor. ¡Ella emanaba calor! Eso la sorprendió sobre todo al observar a su compañera de travesura y verla emanando un ligero halo azulado que sin duda indicaba frío. Extendió su brazo hacía labios de coral y al tocarla esta se sobresaltó.
– “Mujer, estas caliente” – dijo y entonces agregó con picardía –“¡Qué rico!”
Sin pudor, cabellos de ébano se situó a la espalda de la chica y la abrazó. En seguida sus ondas de calor se extendieron alrededor de ambas. En pocos segundos la chica dejó de tiritar y pudo estar más cómoda dentro del agua.
– “Así está mejor. Ahora podemos contemplar la luna y escuchar la montaña sin que el castañeo de tus dientes interrumpa la melodía” – declaró risueña cabellos de ébano. Luego de una carcajada conjunta, ambas chicas apoyaron sus brazos sobre el muro que contenía el agua y ayudaba a formar el pozo y estirando sus cuerpos hacia atrás se entregaron a la contemplación de la luna.
Durante minutos que parecieron horas miraron el cielo iluminado por la luna, las estrellas que eran lo suficientemente brillantes para notarse a su lado y las montañas a su alrededor. Labios de coral no había dicho nada pero a medida que su cuerpo era envuelto por el calor de cabellos de ébano, comenzó a notar como su sentido de la vista se alteraba. Ella también contemplaba todo con los ojos de la otra conciencia y cuando se miraron ambas lo supieron.
Al cabo de los 10 minutos de plazo escucharon los pasos de los chicos acercándose. Ambas sonrieron.
Cuando llegaron a la orilla del pozo todos rieron. Ojos caramelo había seguido el ejemplo de su dama y había llegado semidesnudo al pozo. En cambio ojos de miel había tomado una capa extra de suéter antes de salir de la carpa. Con ojos de desolación vio a su compañero despojarse de su última pieza de ropa y entrar al agua como si nada. Cabellos de ébano se acercó a él y lo recibió con un sensual beso envolviéndolo rápidamente en su calor y su estado de conciencia alterado.
Ojos de miel continuaba parado junto a la orilla, indeciso.
–“Vamos amor, tu puedes. No me dejes sola” – lo instaba su amada pero su voz no era suficiente para que se decidiera.
– “Bello, más vale que voluntariamente comiences a abandonar las capas de tela que te mantienen vestido porque si me obligas te haré entrar al agua con todo encima y pasaras más frío con la ropa mojada que sin ella” – declaró cabello de ébano.
­–“Atrév…”– comenzó a decir el chico pero el movimiento en el agua fue tan decidido y extrañamente rápido que se calló. En un instante ella estaba a su lado, su cuerpo aun sumergido en el agua pero lo suficientemente erguida como para tenerlo fuertemente agarrado por la pantorrilla.
–“Decide rápido” – dijo la chica con una sonrisa y él no tuvo más remedio que comenzar a desvestirse. Solo cuando estuvo en ropa interior lo soltó y se dirigió a los brazos de su amado.
Al llegar a su lado decidió olvidarse de todo y entregarse a lo que más deseaba: besarlo.
Al igual que la primera vez, una vez que sus pieles se tocaron las percepciones táctiles comenzaron a ser más intensas. Ahora no solo veía las vibraciones del mundo en forma de colores sino que también las percibía en forma de ondas sobre su piel. Sin embargo, en esos momentos solo le interesaba llenarse de las vibraciones de su amado. El mundo seguiría allí pero jamás tendría de nuevo aquel segundo para amarlo.
Mientras cabellos de ébano y ojos caramelo se besaban intensa y apasionadamente, labios de coral salió a la orilla y tomó a su compañero. Con absoluta delicadeza lo abrazó. Luego del abrazo de cabellos de ébano ella también emanaba calor.
 Sus manos ágiles lo terminaron de desvestir y lo condujeron al agua y una vez dentro comenzó también a besarlo. Cuando sus labios se tocaron y sus vibraciones de amor se extendieron por el agua y se mezclaron con las vibraciones de sus compañeros, todos comenzaron a oír la música de la montaña. Era una melodía grave y lenta que era coloreada por los armónicos más rápidos y dinámicos del agua y las criaturas vivas que poblaban la noche parecían darle letra a aquella sinfonía natural que nunca habían percibido.
            Por un segundo todos se detuvieron para escuchar aquel concierto. Sin embargo, cuando dejaron de besarse una nota importante de la música se había esfumado y se notaba el vacío. Entonces por intuición supieron que esa nota era la del amor y retomaron los labios de sus enamorados.


            Esa noche, solo los sonidos dulces de los labios de los amantes besándose se unieron al concierto de la montaña y aun así sus almas se colmaron de la más sublime plenitud imaginable…

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