samedi 2 mai 2020

Relatos en miniatura.- #4


  ROSA COLOR CAYENA

Cuando su profesor de marinera norteña le preguntó de qué color quería su falda, ella respondió sin titubear: rosa fuerte. Él la miró perplejo. ¿Por qué no podía escoger un color más acorde con los cánones? ¿Por qué tenía que escoger el mas llamativo de los colores primaverales? ¿Qué tenían de malo los colores tradicionales como el rojo o el rosa suave. No. Ella estaba eligiendo el rosa exacto de las flores de cayena. ¡Qué ganas de dar la contra!

A pesar de no estar de acuerdo, el profesor aceptó el color pedido y organizó todo para que se viera equilibrado. Sentía que iba a desentonar en el baile de parejas en medio de todos los demás participantes pero finalmente, era ella quien estaba pagando para participar en ese concurso. Era su asunto si quería ridiculizarse voluntariamente y al bailarín no le importaba usar el color que fuese. Era su chamba.

El día de la presentación, el cielo de Trujillo lucía azul brillante con motas de algodón blanco. El rancho donde se desarrollaba el concurso estaba lleno de verdor por las recientes lluvias. En medio de todas las faldas, la de la Marisa resaltaba hermosamente, cual flor de cayena en plena explosión de primavera.

Al bailar, todos cayeron hipnotizados. Entre su falda y su gracilidad todos creían estar viendo a la naturaleza misma danzar para ellos...





                                         TRANSMUTADA

Apenas tuve un segundo para mirarla y otro para intentar captar su belleza.
Cuando noté que había quedado un registro de su paso por mi vida me alegré.

Era un ser de tan maravillosa belleza que jamás lograría describir con palabras su angelical esencia. 
Aquella foto, totalmente imperfecta para captar su naturaleza divina, era mejor que nada.
Muchos creerán que se trata de una simple mariposa pero yo sé muy bien que es una hada
transmutada alzando el vuelo hacia dimensiones luminosas






   PARABRISAS

Subirse allí era toda una recompensa, algo que solo se alcanzaba con buenas notas en la escuela y pocas quejas de mamá en casa. Camila se sentía especial cuando subía en el camión de su padre, ese carro grande y ruidoso que siempre traía ilusiones y caramelos, ademas de los abrazos esporádicos de papá. Era como subir a la montura del caballero hidalgo y ver el mundo desde la altura de su caballo.

Con su mirada inocente y romántica se preguntaba cómo eran los cielos que su papi observaba a través de aquel parabrisas. ¿Serían grandes y despejados o grises y atormentados por la lluvia? ¿Serían bonitos o llenos de pajaros oscuros como los que abundaban en casa?

Pensando en ese Camilita suspiraba. Estaba tan convencida de que algún día podría comprobarlo...













Fotos por Betzabe Gonzalez y Diego Armando

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