jeudi 29 décembre 2016

Cuentos de fuego.- 1



            Finalmente la encontraron.
            Recostada en aquel futón, mirando risueñamente las variopintas formas dibujadas en el techo de aquel extraño lugar. Sus manos y brazos danzando al ritmo de la flauta; sus caderas al son de los tambores que se oían en la canción.
            Su expresión era de total entrega y relajación.
            Se veía hermosa.

            – “Está drogada” – pensó uno. – “Es libre” – pensó el otro.
            El alivio fue mutuo. Estaba viva. Lucía bien.
            El suspiro que ambos soltaron al mismo tiempo atrajo su atención. Sorpresa hubo en sus ojos. Una sonrisa en su boca.
            – “Me encontraron” – pensó ella. – “En el último lugar de mundo donde creí que me encontrarían y aquí están. Y juntos, además.” –
            En una zancada estaban junto a ella. Los ojos color miel observaban todo a su alrededor, buscando señales de lo que había estado haciendo. Los ojos acerados la escaneaban, buscando evidencia de que estaba bien y sin daño alguno.
            Solo estaba sudada. Las gotas de transpiración descendían entre sus pechos, ligeramente alterados por la respiración alterada. Su cuello danzante era igualmente bañado por su sudor copioso. Fuera del desaliño normal del baile, no había señales de haber sido desvestida ni voluntaria ni forzosamente.  Olía al último remanente de su colonia del día, a calor, a sudor y a algo cítrico; quizás era parchita. Ningún olor extraño delataba el uso de alcohol o drogas.
            Pero su actitud no era del todo “normal”… Es decir, actuaba como ella pero no como siempre lo hacía. Más bien como una versión de ella que no conocía.
            Un vaso casi vacío y un chal era lo único extranjero que tenía cerca. Nada más.
            – “¿Qué te dieron?” – preguntó uno con voz de acero.
            – “Nada” – respondió ella mordaz ante su tono.
            – “Bella, ¿qué te metiste?” – preguntó el otro, consciente de que solo por aguja podía haber entrado algo extraño en ella ya que la evidencia dejaba claro que ninguna otra forma había sido usada.
            – “Nada” – respondió con  hierro en la voz y fuego en los ojos. – “Solo he tomado jugo de parchita y bailado como nunca desde que llegué. Dejen de mirarme como si fuera una niña traviesa. Ustedes han hecho cosas peores and your mood is darking me” –
            Antes de que pudieran replicar llegó un hombre alto, blanco y de aspecto peculiar. Vestía una túnica blanca al antiguo estilo celta a juego con su pelo y su barba. Sus ojos azul cristalino parecían gemas más que otra cosa. Lo seguían los labios rojos, la más inesperada de todas las exploradoras. Rápidamente ella se apresuró a decir:
– “Es cierto,  Magaluna, dice que solo ha consumido jugo y bailado por horas” –
– “Algo muy fuerte liberó uno de sus sellos de energía. Cuando la vi en la Plaza Bolívar era un volcán en erupción. Era casi incontenible. La traje acá, mi hogar, porque era el único lugar donde podía canalizar correctamente la energía liberada. Lo ha hecho bailando y ahora está en un nuevo estado de consciencia.” – explicó el hombre llamado Magaluna.
– “Ustedes tres son los responsables del sello roto. Ustedes son los custodios y guardianes de la fuerza que ahora ella emana. Es tan grande y fuerte que dirigirla será un reto para ella. Cuidarla lo será para ustedes.” – Explicó lentamente aquel mago blanco. – “Pueden ser sus custodios y guardianes a su lado o en la distancia pero eso deberán decidirlo ahora mismo. Si se quedan junto a ella, deberán dejarse guiar y bailar con ella hasta que vean lo que ella ve. Si prefieren custodiarla en la distancia, tómenla ahora y llévenla a casa. It’s your choice”.
Ambos caballeros se miraron y luego la miraron. Ella había cerrado los ojos y tenía una expresión intensa. Parecía que un cumulo de fuerza invisible se estuviera acumulando dentro de ella y en cualquier momento pudiera estallar. Era hermosa, misteriosa, y en cierto modo misteriosa. El calor que emanaba era algo magnético.
Ella era única.
Sin abrir los ojos ella se levantó y fue al reproductor de música. Aumentó el volumen y comenzó de nuevo a bailar. Su movimiento era una invitación y ahora ellos debían decidir si adentrarse en lo desconocido o tomarla a ella y llevarla “al mundo real”.
Los ojos color miel tomaron de la mano a los labios rojos. Cerca o lejos, dentro o fuera, estaban juntos. Los ojos acerados se habían vuelto caramelo derretido y no había otr cosa que mirarla. Esa mirada decía claramente:
– “Ya la perdí una vez y el dolor y la desesperación fueron tan intensos que jamás me alejaré de ella. Seré su custodio.” –
Sin dudarlo la tomó por la cintura en un íntimo abrazo la beso como nadie jamás allá visto. Era simplemente un beso mágico. 
Cuando ella estiró la mano hacia la otra pareja, su caramelo no la detuvo y los ojitos de miel junto a los labios de coral no dudaron en tomarla…


                        …y la noche se hizo día bailando.

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